Vikingos y griegos convivieron en Bizancio hace más de mil años. La historia de este encuentro es realmente interesante y hoy vamos a conocerla, pero antes empecemos por el principio.
Hace poco os contaba cómo Piteas viajó hacia el norte en el siglo IV a. de C., donde descubrió Islandia muchos años antes que los escandinavos, y ahora, con la ayuda de las runas y de las antiguas crónicas, vamos a seguir los pasos de estos últimos para ver hasta dónde llegaron en sus periplos hacia el sur.

Foto de Regína Hrönn Ragnarsdóttir.
Los exploradores del Norte
Los pueblos nórdicos se aventuraron hacia las costas meridionales en busca de riqueza, fuentes de alimento, esclavos, y, quizás un nuevo hogar menos frío donde asentarse con sus familias, aunque sus formas eran un poco más violentas que las de los exploradores helenos.

Foto de Regína Hrönn Ragnarsdóttir.
¿Vikingos o normandos?
El nombre vikingo proviene de la palabra nórdica antigua «vik» (bahía o arroyo) que formaba la raíz de «vikingr» (pirata), y se utilizó para nombrar a aquellos que navegaron en busca de riquezas atacando los pueblos que encontraron en su camino.

Los vikingos eran marinos escandinavos procedentes de Suecia, Noruega y Dinamarca. Entre los años 790 y 1100 atacaron las costas del Mediterráneo y el Báltico en primer lugar, y después navegaron los ríos hacia el interior. Los vikingos eran escandinavos, pero no todos los escandinavos eran vikingos. Por este motivo, y si bien se sabe que colonizaron Islandia y Groenlandia, llegando hasta América del Norte, no puede decirse que estos últimos fueran invasores, sino colonos agricultores procedentes de Escandinavia.

Foto de Regína Hrönn Ragnarsdóttir.
Las incursiones de los vikingos en España
Se tiene constancia de que los vikingos realizaron numerosas incursiones en la Europa Meridional. Atacaron las costas de Galicia en 844, donde los historiadores árabes les dieron el nombre de “pájaros marinos rojinegros”, y también desembarcaron en Gijón. En 859, después de haber saqueado Algeciras, Orihuela y las Baleares, llegaron incluso a asediar Pamplona, adonde arribaron recorriendo el río Arga a contracorriente. Allí secuestraron al rey García I Íñiguez (859) a cambio del mayor rescate de la época. Una curiosidad: navegando el Ebro pasaron por Zaragoza, pero se cuenta que decidieron seguir río arriba y no asaltar la ciudad, intimidados por las grandes murallas que la protegían.

Skylitzes Matritensis, siglo XI. Biblioteca Nacional de España.
Vikingos y griegos en Bizancio
Está claro que el objetivo de los viajes de unos y otros no era el mismo. ¿Llegaron a encontrarse? La respuesta es sí, aunque no de la forma que nos imaginamos.

Foto de Regína Hrönn Ragnarsdóttir.
Corría el año de 988 de nuestra Era. Basilio II, Emperador de Constantinopla, intentaba aplacar las guerras civiles que le distraían de sus campañas contra árabes y búlgaros. Bizancio tenía muy buenas relaciones comerciales con los pueblos del Rus, de origen escandinavo, así que decidió pedir ayuda a Vladimir I de Kiev, quien, a cambio de casarse con la hermana del emperador, decidió apoyarle enviándole un ejército de 6000 mercenarios varegos, o lo que es lo mismo, vikingos suecos, que formaron la Guardia Varega, unidad de élite del Imperio.

Skylitzes Matritensis, Biblioteca Nacional de España.
La Guardia Varega, cuerpo de élite del Emperador

Illustration used with the kind permission of the Estate of the late Angus McBride
Estos pueblos de origen eslavo habían migrado desde Escandinavia y fundaron la Rus de Kiev (la actual Rusia) alrededor del 860. Se habían establecido cerca del Mar Báltico como comerciantes, pero algunos de ellos también eran mercenarios. Los guerreros varegos fueron famosos por su lealtad, su fuerza física, su altura (muy superior a la de los mediterráneos) y su afán por la sangre.
Las noticias sobre el empleo de normandos en la nueva Guardia Imperial llegaron pronto a Noruega, Suecia, Dinamarca e Islandia, y miles de escandinavos viajaron al Imperio para unirse al grupo de élite, cuya función en muchos casos era casi decorativa. Y, además, eran los soldados mejor pagados del Imperio, llegando a recibir un tercio de los botines de guerra.

Foto de Regína Hrönn Ragnarsdóttir.
Pronto cambiaron su sangrienta hacha de doble filo por una espada más acorde con su nuevo estatus, y demostraron una extraordinaria fidelidad al Emperador durante los 300 años que permanecieron al servicio de este cuerpo de élite: no en vano su nombre procede del nórdico antiguo Væringjar, ‘promesa, palabra de honor‘. Cuentan las crónicas que le protegían día y noche, y que confiaba en ellos más que en sus conciudadanos. Se alojaban en su palacio imperial y estaban liderados por el Acólito, quien no se separaba en ningún momento del monarca y hacía las funciones de un auténtico guardaespaldas las veinticuatro horas del día.
Como veis, los vikingos llegaron y se instalaron en Constantinopla para servir como soldados de alto rango, y allí permanecerían hasta la caída de la ciudad en 1453 en manos de los otomanos. De su presencia, además de las antiguas crónicas, nos han quedado unas pruebas gráficas a modo de grafitti, que algún normando plasmó durante su paso por Constantinopla y el puerto del Pireo en Atenas.
Las huellas de los vikingos: las runas
El grafiti en Santa Sofía de Constantinopla

Fotografía de NOT HOME for English Wikipedia
Los textos no se refieren a sangrientas batallas ni triunfos militares, sino que por lo visto nos hablan de algo más simple: “Halvdan (¿estuvo aquí?)”. La inscripción está datada en el siglo IX.
En un principio fue difícil descifrar esta grafía, ya que los vikingos utilizaban el alfabeto rúnico, regalo de Odín a los hombres, y no fue hasta mediados del XIX cuando se consiguió traducir esta forma de escritura.
Los leones griegos del Pireo

Otro recuerdo de la presencia de los vikingos en Bizancio, en este caso mucho más fácil de encontrar, es visible en uno de los colosales leones que antiguamente protegían el puerto ateniense del Pireo. Estos leones fueron trasladados posteriormente a Venecia, pero todavía pueden apreciarse varias runas en el hombro de uno de ellos. Nos cuentan que sus autores «procedían de Suecia y ganaron oro en sus viajes«.
Da la casualidad de que los leones del Pireo habían sido esculpidos alrededor del 360 a. de C., pocos años antes de que Piteas emprendiera su viaje hacia el Mar del Norte e Islandia, adelantándose a los vikingos.
Las runas suecas

No solo queda constancia en tierras griegas de la presencia vikinga, sino que también en Suecia se han encontrado unas 30 piedras rúnicas que narran historias sobre estos viajes y sus protagonistas. En su mayoría se trata de homenajes a los miembros de la Guardia Varega que nunca regresaron a su hogar, si bien algunas relatan las aventuras de otros guerreros que volvieron con grandes riquezas y honores militares después de prestar su servicio a las órdenes de los emperadores de Bizancio.
El descubrimiento y transcripción de las piedras rúnicas nos ha permitido comprender que estos militares no fueron olvidados por sus familias, que siempre esperaron su regreso (algunos de hecho consiguieron volver a casa). Además, nos ayudan a entender un poco mejor las relaciones que hubo entre vikingos y griegos durante la Edad Media y lo que contaron estos valientes guerreros sobre su experiencia en las cálidas tierras del Mediterráneo, donde muchos de ellos se quedaron para siempre.
De aquella época se ha conservado el apellido Varangopoulos, que en griego significa «hijo de Varego». Si conoces a alguien con este nombre, puede que sea descendiente de los vikingos que protegieron a los Emperadores de Constantinopla hace mil años.

Si te apetece saber más sobre las armas vikingas, puedes encontrar muchas en la página espadasymas.com
Agradecimientos:
Regína Hrönn Ragnarsdóttir ha aportado amable y desinteresadamente las fotografías de la espada antigua y los personajes reales que aparecen en este artículo, de las que es la autora. Regína es fotógrafa y bloguera. Puedes ver muchas más imágenes y reportajes sobre Islandia en Guide to Iceland, donde ha publicado 275 artículos sobre la isla durante los últimos siete años.
La familia del difunto artista Angus McBride ha otorgado su amable permiso a la autora del artículo para la reproducción de la ilustración sobre los guerreros de la Guardia Varega, obra del mencionado ilustrador.